sábado, 27 de junio de 2009

Aislar para dominar

La violencia de las mujeres hacia los hombres adopta formas más o menos sutiles y las más de las veces encubiertas. No es habitual encontrarse a un hombre al que su señora le ha puesto el ojo morado o le ha roto un brazo de una paliza. Normalmente, el varón tiene la suficiente fuerza física como para defenderse de los ataques de su mujer, y esto la suele disuadir de intentar la violencia física contra él.
Esto no quiere decir que las mujeres no sean violentas contra nosotros. Sus conductas agresivas adoptan muchos formatos. Uno de ellos es el rechazo a la red de apoyo social del hombre, a sus amigos, amigas y familia. El formato más cruel se da en el rechazo a la madre de él, lo que en una entrada anterior denominé "Síndrome de alienación maternal".
Es curioso cómo la costumbre permite que se pisotee sistemáticamente el derecho de un hombre y sus hijos a relacionarse con sus seres queridos mientras favorece que tenga relaciones meramente sexuales fuera de la pareja. No es nuevo que en nuestra sociedad española occidental existe una doble moral que mide por distinto rasero las acciones y derechos de unos y de otras, haciendo cierto aquello de que todo es "Por ellas, para ellas...y de ellos".
El mismo discurso que permite el abuso criminaliza al hombre por no oponerse a la dominación por parte de su mujer mientras olvida que si fuese al revés la sociedad se volcaría con todos los medios a su alcance para perseguir al maltratador que vulnera los derechos femeninos. Se inculca a los varones que su familia es la que han creado con su mujer, que es a ella a quien deben obediencia, y que por ella dejarán a su padre y a su madre. Esto no se aplica, ni se enseña, ni se exige, a las mujeres.
El resultado es que el mundo está llena de madres rechazadas por sus nueras y queridas por sus hijas, de
(al parecer) mujeres tan malvadas que no merecen la atención de los hijos de su hijo pero que son unas santas para los hijos de su hija. Es curioso, porque el rechazo femenino hacia las mujeres a quien perjudica, casi tanto como al varón, es a ellas mismas, pero su ceguera les impide anticipar que lo que ellas están haciendo se les hará unos años más tarde.
Mientras tanto, seguimos pidiendo la venia a nuestras mujeres para poder ver a nuestras madres. Otro día hablaré de cómo hacen para dominarnos. ¿Hace falta que lo cuente?

2 comentarios:

Anónimo dijo...

La única forma de salir de eso es que los varones pidáis el permiso de paternidad.
Ni alineación , ni nada.La tumba os la habéis cavado vosotros solos.
Kxll

Carlos Gallego dijo...

¿Y qué tiene que ver el permiso de paternidad con el rechazo de las nueras hacia las suegras? No se me alcanza