¿Complicadas teorías sobre el comportamiento humano? Dejemos eso para los psicólogos, los sociólogos, los filósofos, los psiquiatras o todo tipo de sesudos pensadores, que no es necesaria tanta parafernalia: Basta con observar cómo se comportan los óvulos y los espermatozoides, y generalizar a los seres humanos adultos: La cosa funciona sin más problemas o, al menos, eso es lo que piensa Carlos Gallego, autor de "Por ellas, para ellas... y de ellos", un libro donde se analizan las relaciones entre hombres y mujeres basándose en la idea de que el sexo (que no el género) es una variable crucial para poder entender el comportamiento humano, y que la mayor parte de éste está predeterminado por los instintos. El óvulo sería el prototipo de modelo de conducta femenina y el espermatozoide de conducta masculina.
Pero, ¿cómo puede hacerse un planteamiento tan simple? Carlos Gallego, desde la visión de un lego en las psicología, sociología, filosofía y psiquiatría, plantea que los patrones de conducta de nuestros gametos contienen los principios generales del comportamiento humano adulto, principios que se expresan en forma de instintos y que condicionan grandemente el modo de construir la vida de cada uno. El repertorio de acciones posible de un hombre adulto es mucho más amplio que el de un espermatozoide adulto, lo mismo que ocurre con una mujer adulta y un óvulo, pero Carlos cree que las diferencias se deben más a la educación (lo que los psicólogos llamarían "el ambiente") que a los principios básicos de conducta (la "genética" de los psicólogos).
Así que, básicamente, un espermatozoide (y por extensión un hombre) es un ser que se pasa la vida jugando fuera de casa, enfrentándose a conflictos ante los que es sólo una pieza más del rompecabezas, para los que necesita la colaboración de los demás o cooperando con ellos. Su vida está orientada a un objetivo del que es consciente que puede -o no- conseguir y también sabe que lo más probable es que nunca llegue a la meta. Espermatozoides y hombres pasan la mayor parte de su vida expulsados de su hogar natural, en un medio hostil y rodeados de adversidades inciertas. Su existencia es muy corta y sólo conseguirá perdurar llegando a su meta, superando a los demás, y dejando un legado para la posteridad.
Un óvulo (y por extensión una mujer) es un ser que se pasa la vida jugando en casa, no sale de un ambiente seguro en el que no tiene rivales que puedan hacerle sombra. El óvulo nace solo y recorre todo el camino de su vida protegido entre las paredes que tienen la misión de darle cobijo y no tiene que resolver problemas, sólo elegir entre un buen montón de candidatos que le asedian cuál es el más propicio para aceptar su donación genética y seguir adelante durante otros nueve meses en su contexto seguro.
Óvulo y espermatozoide no son nada sin el otro, los dos necesitan de su complemento para salir adelante porque su meta es la misma: Continuar viviendo más allá de la vida solitaria que tienen establecida. Aunque están condenados a entenderse, la vida del óvulo es mucho más fácil que la del espermatozoide porque vive en su entorno, no tiene que enfrentarse a amenazas externas y no tiene que luchar por conseguir su meta sino elegir entre los posibles candidatos.
A partir de estos principios, en "Por ellas, para ellas... y de ellos" Carlos Gallego hace un análisis sobre las relaciones entre hombres y mujeres a lo largo de la historia, sobre los movimientos de liberación, sobre las áreas de discriminación de ambos sexos y de las concepciones teóricas que intentan justificar un trato diferente, compensatorio y protector, para las mujeres, desde la perspectiva de que lo único que llevamos miles de años haciendo es repetir las costumbres de los óvulos y los espermatozoides adornándolas con patrones culturales.
jueves, 21 de mayo de 2009
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