ME REBELO CONTRA EL
PATRIARCADO
Ya está bien,
salgamos del armario, visibilicémonos, empoderémonos, seamos
conscientes de que podemos conseguir lo que queramos sólo con
nuestra voluntad, creamos firmemente en que creamos nuestro futuro
con nuestro pensamiento, en que sólo enfermamos si dejamos que
nuestros conflictos emocionales nos venzan, y gocemos plenamente de
una libertad que nadie puede restringir.
Eliminemos ese
patriarcado opresor que tanto daño nos ha hecho por los siglos de
los siglos porque ése, y no otro, ha sido el enemigo, la
organización tradicional del mundo público y privado, con roles
diferenciados para hombres y mujeres que establece la superioridad de
los primeros y la sumisión forzada de las segundas. Desde aquí
renuncio a todos esos privilegios que se me han concedido por razón
de sexo.
Renuncio a ser el
aprovisionador de mi familia, a que mi mujer y mis hijos mayores de
edad tengan que depender de mi salario como trabajador por cuenta
ajena, a convertirme en la fuente de bienestar de todos aquellos que
yo no elija, a las ataduras vitalicias propias de una sociedad
patriarcal, a compartir mi trabajo y sus frutos con quien yo escoja.
No reconozco a partir de ahora ninguna legislación que me obligue a
estar con quien no quiero estar, a obedecer a quien ose intentar
mandarme, que regule cómo y con quién comparto el fruto de mi
trabajo. He decidido acabar con el rol machista y dominador que el
patriarcado me imbuyó desde que tengo uso de razón y cuya mayor
característica es convertir a todos los hombres en aprovisionadores
de su unidad familiar.
Renuncio también a
un entorno de trabajo patriarcal. Quiero horarios flexibles en mi
trabajo que me permitan la conciliación de la vida laboral y
familiar, que se me considere igualitariamente con todos mis
compañeros y compañeras y que nadie perciba mayores retribuciones
que yo porque todos los trabajos son dignos y necesarios y de la
interrelación entre todos ellos depende que consigamos el objetivo
de cada uno de nosotros. Pagar más a unos que a otros, sea por la
razón que sea, es una argucia patriarcal y neoliberal que ha de ser
abolida para el bienestar pleno del ser humano. Exijo que nuestras
jornadas laborales se cumplan, que los trabajadores a cuenta ajena
perciban sus salarios sin trampa ni cartón y que en la misma empresa
todo el mundo cobre lo mismo y en las distintas empresas también.
Renuncio a un
reparto de tareas domésticas en el hogar de tipo patriarcal. Quiero
dejar de ser considerado el fontanero, albañil y chico para todo de
mi casa, quiero dejar de hacer todas aquellas cosas que hago en
exclusiva y que nunca se me han valorado, poder ir por las mañanas
al mercadillo y visitar las tiendas de mi ciudad, viajar sin trabas,
sentarme en el sofá a ver la televisión o a tocarme los cojones
(porque esto no es patriarcal sino masculino, las mujeres también se
tocan el chichi), y disponer de plena libertad de movimientos y
comprarme ropa y complementos que nunca combinen entre sí para poder
comprarme más y más.
Renuncio a cuidar a
los mayores que no quiera cuidar, y renuncio también a tener que
inventarme absurdas excusas para justificar que no lo hago. Renuncio
también a tener que justificar mis acciones en esa línea porque, en
el ejercicio de mi libertad, soy libre de estar con quien me dé o no
me dé la gana y de financiar a quien me dé o no me dé la gana,
haciéndolo cuando quiera y no cuando no deje de querer. Y renuncio a
tener que aguantar a una pareja que se queje porque atiendo a mis
padres y no a los suyos sin necesidad de recordarle que ella lo lleva
haciendo así toda la vida.
No hay comentarios:
Publicar un comentario