Somos testigos de un
momento histórico: La victoria del feminismo, su posicionamiento
como movimiento social predominante en la sociedad del siglo XXI,
identificándolo como sinónimo de igualdad, El patriarcado, antaño
imperante en las vidas de nuestros antepasados, es ya un recuerdo y
no sólo el derecho al voto sino la brecha salarial y los techos de
cristal, últimos rescoldos de la dominación de los hombres sobre
las mujeres por el mero hecho de serlo unos y otros, no tardarán en
ser un mal recuerdo que será eliminado de nuestro recuerdo o tal vez
mantenido en memoria para que no se vuelvan a cometer tan grandes
tropelías.
Hombres y mujeres
hemos de caminar juntos, pero al igual que sucedió en las
manifestaciones feministas e igualitarias que se prodigaron por toda
la geografía española o en las películas de superheroínas de
Hollywood que no hacen otra cosa que vengar un agravio histórico
reduciendo a la nada a Superman, Ironman, Luke Skywalker o 007, ellas
han de ir un paso por delante porque así ha de ser, porque eso
dictan las reglas de la igualdad, porque han de ser compensadas por
toda esa discriminación que padecieron con el devenir de los siglos
desde que el arado impuso un modelo de vida y las ató para
siempre-hasta ahora a depender de un hombre por el mero hecho de ser
mujeres.
“Ante la duda tú
la viuda”, dice un aserto popular. Se admite con la mayor
normalidad del mundo que un inocente vaya a la cárcel si con ello se
evita el asesinato
o de una mujer a
manos de su pareja, se nos ha educado a creer que en caso de
conflicto entre hombre y mujer es ella quien defiende los derechos
legítimos y él quien intenta pisotearlos, que no se pega a las
mujeres pero no se dice nada de pegar o asesinar a los hombres, que
las mujeres son siempre la parte agredida mientras la sociedad en su
conjunto se rasga las vestiduras ante lo ocurrido con el pescaíto o
ignora la reciente agresión de dos niñas adolescentes a un
compañero de clase con síndrome de Asperger, como ignora también
las desorbitadas tasas de suicido masculino en relación al femenino
porque, no lo olvidemos, el hombre ha de ser siempre el agresor hasta
de sí mismo.
El feminismo nos ha
abierto los ojos en muchas cosas, haciéndonos conscientes de la
desigualdad que existe entre hombres y mujeres, pero ha cometido el
craso error de creer que esa desigualdad es unilateral y siempre en
el mismo sentido. Y el feminismo radical actual, al que en el
lenguaje popular se ha identificado con la expresión feminazi que
aunque no les guste está tomando arraigo entre las gentes de a pie,
hombres y mujeres, ha conseguido invisibilizarnos a los hombres,
convencer a políticos y medios de comunicación, que a su vez tienen
el triste don de gozar de credibilidad absoluta (el típico dicho de
“es cierto, lo dijo el telediario”) de que esto que ya no lo es y
tal vez nunca lo fuera sigue siendo un patriarcado y de que el hombre
es una especie a extinguir. Nos ha abierto los ojos y nos hemos dado
cuenta de que la relación con nuestras mujeres tiene más de
comercial que de afectivo, y más que replantearnos nuestra propia
masculinidad que es por definición indefinible e irreductible,
puede y debería llevarnos a replantearnos por qué y para qué
estar con quien dice querernos pero en realidad nos convierte en
instrumentos para su supervivencia y la de sus hijos, exactamente lo
mismo que el feminismo hace con nosotros en sus manifestaciones.
Hombres sí, pero ahí atrás, haced bulto, defendednos de las
agresiones, que se os vea elemento decorativo, pero respetad nuestra
libertad.
Así que ha llegado
también el momento en que reivindiquemos el derecho a nuestra
libertad y para ello nos liberemos de las ataduras que ellas nos han
impuesto, de los engaños del feminazismo, de lo que queda de un
patriarcado más matrilineal que otra cosa, de esa dependencia
absurda y de creernos don Quijote porque, por muy romántico que sea,
eso no nos lleva a ningún lado y Dulcinea vive muy bien ignorándonos
y, lo que es mejor, no la necesitamos para nada. Si el movimiento de
liberación de la mujer de los años sesenta y setenta del siglo
pasado liberó el tiempo de nuestros padres y les permitió disfrutar
de tiempo de ocio, el feminazismo actual nos va a liberar de la
dominación que secularmente las mujeres han ejercido de forma
sibilina sobre nuestros antepasados y sobre nosotros mismos. Y las
feminazis, con toda su parafernalia, los harán libres del mayor yugo
que durante miles de años nuestros antepasados llevaron con dignidad
e ignorancia. ¡Loor a las feminazis!
No hay comentarios:
Publicar un comentario