domingo, 29 de octubre de 2023

El bigote en noviembre

Movember 

Todos los meses de noviembre me dejo el bigote. No lo hago por estética, no me gusta, ni por comodidad porque tengo que afeitarme igual, además cuando está crecido pica un poco y recortarlo, al contrario que ocurre con la barba, no es sencillo porque las maquinitas que dejan el pelo todo igual se encuentran en su recorrido con la nariz y no funcionan bien, tampoco porque sea el símbolo de ningún partido político, de hecho no entiendo por qué se relaciona con la derecha (para los de ultraizquierda ultraderecha) política ni si tiene algún otro simbolismo que el que voy a hacer a continuación, lo mismo alguna tarde me entretengo buscando en Google.


Para mí el bigote es un símbolo masculino, más que nada porque las mujeres no lo tienen, y si les surge algún asomo de ello se lo arrancan porque además de no tenerlo no lo quieren. Es uno de esos caracteres sexuales masculinos que por su posición en la cara están a la vista de todo el mundo, y al que podemos atribuir un valor representativo, como hace la comunidad Movember, de la que surgió la idea de que todos los meses de noviembre nos lo dejásemos crecer, en principio con el fin de solicitar a los gobiernos que planteen programas de salud específicos para la población masculina como los hay para la femenina, y tambien de recaudar fondos para automantenerse, que en eso no son muy distintos de los activistas de ultraizquierda (bueno, en realidad no sé de qué ideología política, si es de alguna, es el movimiento Movember, supongo que como no va con los postulados del feminismo radical lo considerarán de ultraderecha).


Me dejo bigote en noviembre  porque no es agradable tenerlo todo el año y porque sirve para que la gente me pregunte y les hable del movimiento Movember y en cierta medida también de lo insatisfechos que estamos unos cuantos, creo que no pocos, con esa consideración ideológica que se nos impone como agresores, dominadores, patriarcas, falocéntricos y no sé cuántas más, poniéndonos a todos en el mismo saco y generalizando las barbaridades de unos cuantos al grupo completo, que no creo que seamos más violentos, dominadores, patriarcas, y todas esas lindezas que el sexo femenino que parece gozar de mas prebendas en ese sentido. El espíritu de Movember no es ese, sólo buscan mejorar nuestra salud y programas específicos para prevención del suicidio en población masculina, un tema que se obvia a pesar de que el número de víctimas, como en el caso de accidentes, muertes de causa desconocida, envenenamientos o incluso la menor esperanza de vida parecen no importarles a nadie.

Y me dejo el bigote también porque creo el artículo 14 de la Constitución, ese que dice que los españoles somos iguales ante la ley sin que haya ningún tipo de distinción ni discriminación, porque quiero tener los mismos derechos reales que las mujeres (entre ellos a la presunción de inocencia, o sobre todo a la presunción de inocencia), llamar la atención para que deje de utilizarse la expresión feminismo como el movimiento que busca la igualdad entre los sexos porque yo siempre creí que era el que defendía los derechos de las mujeres, que los políticos en campaña electoral recuerden que casi la mitad de la población no son féminas y sin embargo no hablan para nada de nosotros, que se nos visibilice, que no nos obliguen a quedarnos en nuestro país en caso de guerra mientras las mujeres y los niños pueden marchar, que no se considere como maltratadores más que a quienes lo son realmente. Me dejo el bigote porque creo que se debe considerar nuestra realidad diferencial, que ningún colectivo de ningún tipo debe decidir cómo vivimos nuestra masculinidad como nosotros no les decimos a ellas cómo deben vivir su feminidad y por tantas otras cosas que quizás podría escribir otro libro, que al fin y al cabo esto sigue siendo por ellas, para ellas y de ellos.

Déjate bigote tú también. Caminemos hacia la igualdad real y no hacia esa en que unas son más iguales que otros, sin censuras, con presunción de inocencia, en la que nos podamos mirar a los ojos de igual a igual, en la que hombres y mujeres caminemos juntos y en la que no nos engañen tergiversando la historia en función de la ideología que les interese. Son sólo treinta días.

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